“(…) quiero que todo el mundo haga lo mejor con su vida”. Sofía Ímber.
Decir “Sofía Ímber” podría fácilmente representar un sinónimo de Venezuela, de una Venezuela que ofrecía oportunidades para ser tomadas, desarrolladas y explotadas. En el siglo XX aprovechó un momento de apogeo y riquezas en el país participando de forma activa social, política y culturalmente.
Escrito por: Violeta Odreman.
Su objetivo fue proporcionarle al país un desarrollo, (sobre todo en lo cultural), que mejorara la calidad de vida de los ciudadanos y ampliara sus pensamientos para construir y trabajar por establecer un contexto propicio para que se formaran y desarrollaran como personas libres e inteligentes a partir de la información y la educación.
“Desde que pude hacerlo, no hice otra cosa sino trabajar, trabajar y trabajar por Venezuela”. Sofía Ímber.
Desde un punto de vista profesional representa muchas cosas, entre ellas: su gran obra, el Museo de Arte Contemporáneo (que en algún momento llevó su nombre), inaugurado en 1974. En el que trabajó y al que se dedicó abnegadamente durante 27 años de su vida. Convirtiéndolo en uno de los mejores de América Latina.
Participó, también, en la selección de obras para la Ciudad Universitaria de Caracas trabajando con Carlos Raúl Villanueva, en lo que se convertiría en una marca distintiva para el país a nivel internacional.
“A mí siempre me ha interesado la política (…) Me gusta quiero decir, por su interés social y periodístico, no para ejercerla”. Sofía Ímber.
Como Periodista impuso un estilo propio y reconocible y redimensionó el concepto de “periodismo” dándole especial relevancia a la importancia que tenía como instrumento de comunicación y valor cultural.
Siempre fue incisiva en sus entrevistas, pero, particularmente en lo político se encargó de que la información fuese transmitida de la forma más democrática posible, además de hacerlo accesible a todos.
Una de las cosas más rescatables es que se entendió a sí misma siempre como un actor social que se debía, además, a la sociedad misma, (como quizá deberían entenderse, sino todos idealmente, la mayoría de los periodistas).
Todo esto por su interés en retribuirle al país en obras todo lo que, para ella, este le entregó en su momento.
Ahora… Sofía
“Una mujer que ha sido todo lo que se pudiera imaginar (…) esposa, madre, divorciada, viuda, y por encima de todas esas cosas, creadora de una personalidad reconocible a través de generaciones y generaciones” Boris Izaguirre.
Nació el 8 de mayo de 1924, en Soroca, actualmente Moldavia. Llegó a Venezuela en 1930, acompañada de su madre: Ana Barú, su hermana Lya Ímber, y su padre, Nahúm Ímber, que las esperaba ya en territorio Venezolano.
“Yo no soy ni rusa ni moldava ni nada que se le parezca. Yo soy venezolana y nunca he sentido la necesidad de buscar nada por esos lares”. Sofía Ímber.
Sofía es la historia de una constantesupervivencia, desde que nació, hasta la propia supervivencia que implica no dejar que las “malas (y buenas) lenguas” te destruyan o te alaben en exceso.
Una mujer resuelta y siempre dispuesta a hacer frente con responsabilidad a todo lo que sus decisiones implicaran. Impermeable a la opinión general.
“(…) no temer a ser diferente, a pesar de que eso pueda no gustarle a los demás”. Sofía Ímber.
Se ha especulado y dicho, demasiado quizás, de su vida no solo profesional sino personal.
“Lo acepto todo, no me importa, pero me pregunto por qué la gente tiene tanta curiosidad en mi vida. Por qué les interesa a qué hora me acuesto, a qué hora me levanto, qué comida como, qué dejo de comer, cuánto dinero tengo, cuánto gasto. Que si tuve amantes. Que quiénes fueron. Es algo que no me explico”. Sofía Ímber
“Por la puerta de mi casa no pasa nadie excepto los amigos”. Sofía Ímber.
Se sale - y se saca a sí misma- del saco de “todas las mujeres” mostrando especial rechazo al feminismo excesivo, ese que se opone y compite con la figura del varón ya que según ella uno se realiza, o no, como persona, independientemente de tu sexo.
No cree en Dios, dice que no posee la virtud de creer y que no la ha podido desarrollar. Y que en tal caso un Dios bueno para ella sería aquel, que en el momento de morir no la prolongara demasiado en una larga agonía.
“¿Para qué? ¿Qué sería de mí? ¿Qué es la vida sin pasiones? ¿Tragar, cagar y dormir? No, Para mí eso no. Yo quiero que el fuego me acompañe aun en las cenizas”. Sofía Ímber.
Como mujer, como persona, ha tenido que vivir cosas increíbles y bastante duras. Desde:persecuciones políticas, hasta
separarse de su primer marido, Guillermo Meneses, a partir de una decisión para muchos condenable y para otros, admirable, para iniciar una nueva relación bastante controversial con su segundo esposo, Carlos Rangel, (quien además, se suicidó).
“Algunos dijeron: “¡Qué mujer, esta, tan valiente!”, y otros dijeron: “Es una harpía no tiene corazón!”. Nadie dio con la verdad: ni valiente ni sin corazón”. Sofía Ímber. (Refiriéndose a las especulaciones de la gente cuando continuó con su vida luego del suicidio de Carlos Rangel)
La vida la ha puesto a prueba demasiadas veces, además de abortar un varón por razones médicas a la edad de 24 años, (otra razón para alimentar especulaciones) perdió a su único hijo varón cuando este tenía la edad de 51 años.
“El dolor hace pensar. A la gente le parece insólito que yo no llore. Dicen: “Es una mujer cruel, es un ser insensible” Si yo llorara, lloraría el mar entero”. Sofía Ímber
Y actualmente, después de ser siempre una mujer independiente, enfrenta una vejez en la que prácticamente no puede hacer nada por su cuenta. Una amarga paradoja.
“Yo tengo una relación muy especial con el tiempo, (…) no me gusta perderlo. El tiempo es un préstamo tan corto que desperdiciarlo es un crimen. Es como dejar aguar un buen whisky. Al tiempo hay que doblegarlo y hacerlo rendir para la vida y el trabajo, que para mí son lo mismo”. Sofía Ímber.
“La lucha contra los fantasmas de la pasión”. Así definía Guillermo Meneses, esa lucha con “la angustia” como ella misma la define, que la motivó a practicar y someterse al psicoanálisis con distintos doctores reconocidos. Y que algunos de ellos encerraron en un concepto de "claustrofobia obsesiva", pero que, para ella, obedecía a un ahogo que respondía únicamente al hecho de vivir.
El psicoanálisis respondía a una necesidad de indagación y exploración de su interior para conocerse y entenderse.
“Entre los tantos beneficios que tiene someterse al psicoanálisis está el de que te enseña la verdadera dinámica del diálogo. Para que la terapia fluya es necesario que eventualmente uno se calle y escuche. Porque así como hay silencios inútiles, así hay silencios fértiles y expresivos” Sofía Ímber.
Las enseñanzas que me dejó la labor del entrevistador fueron: no rendirse en la búsqueda de la mejor forma para presentar el trabajo final, no intimidarse sin importar de quién se tratara, asumir el reto de llevar a cabo el libro, observar, observar, observar, acercarse, convivir.
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