Durante mi más reciente vuelta al sol experimenté tantas cosas, luché tantas batallas personales, y, hasta ayudé a superar varias ajenas.
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Ha sido tanto que siempre pienso: «si a veces, cuando miro en retrospectiva, ni yo me creo estas locuras, no me quiero imaginar los demás».
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Por eso la mayoría, no las cuento, no las comparto. Son experiencias que atesoro solo para mí.
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Este año aprendí que lo “negativo/desagradable/rudo/triste” que se nos presenta en el camino, también está bien, y forma parte de eso no tan “bueno”.
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Eso que, si sabemos aprovechar con la misma intensidad que apreciamos lo positivo, -sin quedarnos “mal pegados” en ello-, contribuye a forjar nuestro carácter, nuestro crecimiento personal y espiritual.
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No se dejen engañar por las siempre sonrientes caras de las redes sociales.
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Es solo que, aunque no es sencillo tener experiencias relacionadas con la enfermedad, la muerte, el dolor, el desamor, la decepción, la incertidumbre y el miedo; simplemente se trata de que, muchos de nosotros no asumimos, ni nos enrolamos cómodamente en el papel de “víctimas de la situación”.
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Y, por el contrario, elegimos celebrar la vida.
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¡Así que!
Yo elijo celebrar la vida porque eso es lo verdaderamente importante.
Celebro la vida, la salud, el amor, la familia.
Celebro los valores y al espíritu que nos mantienen en pie y calma, cuando azotan las tormentas.
Celebro lo realmente relevante.
Abro mi corazón a lo positivo, al gozo y a la luz.
¡Celebro la alegría de vivir!
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ULTRA VIOLETA.
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